Este viernes, un grupo de investigadores que, auspiciados por la Secretaría de Cultura, han estado trabajando desde 2007 en el sitio arqueológico Nueva Esperanza, en el municipio de Jiquilisco, Usulután, presentaron el hallazgo de tres osamentas humanas que, para tener más de 1,600 años de antigüedad, según estudios preliminares, han logrado preservarse en un 85 %.
Aunque el estudio de los restos óseos de estos tres individuos, presumiblemente del género masculino, aún está en una etapa embrionaria, el nivel del preservación permitirá a los arqueólogos en la siguiente etapa de investigación identificar el patrón funerario de la comunidad a la que pertenecieron y las características físicas de los pobladores prehispánicos de esta zona, es decir, edad, sexo, dieta.
Por el momento, solo se ha podido identificar que uno de los restos pertenece a un menor de entre siete y nueve años de edad, y los restantes a dos adultos de entre 25 y 30 años. "Es complicado decir a qué tribu pertenecían, porque esta es como la lengua, que sería imposible determinarla a menos que los restos nos hablaran", dijo el investigador Akira Ichikawa en conferencia de prensa.
La procedencia de las personas enterradas en esta zona es una de las grandes incógnitas que buscarán resolver en los próximos años los investigadores, ya que la forma en que dos de las osamentas fueron encontradas, en posición de meditación, con las piernas cruzadas y las manos puestas sobre uno de los pies, es característica de centros ceremoniales como Teotihuacán (México) y Kaminaljuyú (Guatemala). En Nueva Esperanza no existen restos de arquitectura ceremonial. A eso se suma el hallazgo de decoración dentaria en uno de los adultos, que consiste en incrustaciones en los dientes con jade, piedra semipreciosa que, por cierto, no se encontraba en esta zona, y la más cercana se hallaba en Chalchuapa.
En mayo de 2007, dos estudiantes de la carrera de antropología de la Universidad Tecnológica de El Salvador, José Gilberto Berríos Chicas y Jesús Jacobo Domínguez, quienes habían realizado investigaciones antropológicas en el área para elaborar sus tesis de graduación, informaron a la Dirección de Arqueología del entonces Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura) sobre el hallazgo de la presencia de materiales arqueológicos en las orillas del río El Espino, aproximadamente 100 metros al oeste del centro escolar en la Comunidad Nueva Esperanza.
Las investigaciones en el sitio iniciaron con el objetivo de determinar la vida cotidiana y los medios de subsistencia de los pueblos costeros, de los cuales, hasta la fecha, no se habían encontrado mayores pistas. Fueron las excavaciones realizadas entre el 10 y el 21 de diciembre de 2007 las que permitieron encontrar los primeros restos arqueológicos: seis posibles ofrendas cerámicas colocadas en posición boca abajo en un capa de tierra de color café oscuro, es decir sobre el nivel de ocupación prehispánico cubierto por las capas de ceniza volcánica de Ilopango.
Desde entonces, en el sitio arqueológico Nueva Esperanza se han realizado dos temporadas de campo de excavación, levantamiento topográfico y estudios malacológicos (referentes a los moluscos), obteniendo diversos datos arqueológicos y abriendo nuevas puertas para la arqueología salvadoreña.
Ichikawa es un arqueólogo japonés que llegó en 2005 a El Salvador como voluntario de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Jica) a realizar excavaciones en La Cuchilla, en Chalchuapa, la estructura 5D en Casa Blanca y en Tazumal.
Finalizado su período financiado por el Jica, se auxilió de la Sociedad Japonesa para la promoción de la Ciencia, la cual ha financiado desde entonces el proyecto en Nueva Esperanza. Un proyecto de esta magnitud no tiene un precio necesariamente elevado, lo más costoso en este caso, explica, es el traslado de sus compatriotas y el suyo hasta El Salvador. En su equipo, Ichikawa ha incluído a la química Masayo Minami, al vulcanólogo Shigeru Kitimura y al antropólogo y físico Wataru Morita.
El fin de conformar un equipo multidisciplinario es que en caso de que en las futuras excavaciones se encuentren muestras de carbón o materiales orgánicos, como animales, plantas y conchas, se puedan realizar los análisis adecuados para obtener mayor información sobre el estilo de vida de esta comunidad.
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