De origen catalán pero nacido en San Salvador, el ingeniero Ricardo Saprissa Aymá fue el primer salvadoreño que asistió a Juegos Olímpicos y fue el primer extranjero que jugó en un equipo de la Liga española, a las órdenes del Espanyol. Después, se trasladó a vivir a Costa Rica, donde su nombre ya es historia y es estadio. Mientras tanto, El Salvador aún le debe un merecido tributo a su memoria.
Ricardo Saprissa Aymá, hijo de inmigrantes catalanes, nació en El Salvador, un 24 de junio de 1901. A la temprana edad de 19 años, ya se había convertido en el campeón centroamericano de tenis. Sin embargo, su pasión se inclinó por el futbol. Incluso representó a El Salvador para los juegos del Centenario de la Independencia, en Guatemala.
Se graduó de ingeniero topógrafo y, con su madre, regresó a Barcelona. No obstante, su título no fue reconocido en España y, obligado por la necesidad, fundó una tienda en el barrio de Sarriá.
Su espíritu deportivo no tenía límites, y en 1930, sobresaliendo por su calidad para el deporte blanco, fue llamado a formar parte de la selección española de Copa Davis. En hockey, con el Real Polo Hockey Club de Barcelona, ganó el campeonato sobre hierba de España. En ese partido frente al Athlétic Club de Madrid, Saprissa anotó dos goles. El Rey Alfonso XIII, quien era gran aficionado al hockey, les brinda una clamorosa recepción en su palacio.
Pero el deporte en donde más sobresalió Ricardo Saprissa, fue en futbol. Jugó durante nueve temporadas con el Español de Barcelona, equipo conocido con el mote de “Los Periquitos”. Según crónicas de la época, era un lateral derecho fino y de mucha clase. Como compañero de equipo se encontraba Ricardo “El Divino” Zamora, quien emigraría unos años después al Real Madrid, en donde llegó a convertirse en el mito y leyenda que todos conocemos hoy. Al abandonar Zamora al Español, a Ricardo Saprissa se le encomienda el gafete de capitán. Con los “periquitos”, el hombre al que el destino le tenía predestinado convertirse en uno de los pilares de la historia del deporte costarricense, logró dos títulos de Cataluña y uno de España. Y algo que habla de enorme calidad humana, fue el hecho de que nunca fue expulsado del campo por alguna jugada violenta o algún reclamo a la terna arbitral. Y nunca cobró nada por jugar; siempre lo hizo -como se hacía antaño y que ahora es una práctica desaparecida-, por amor a la camiseta.
Su último partido con el Español de Barcelona fue contra el Athletic de Bilbao, un 17 de enero de 1932. Su prematuro retiro del futbol se dio como resultado de que su hermano mayor Rogelio, le había enviado una carta proponiéndole que le ayudara con la fabrica textil que había fundado en Costa Rica. En un noble gesto familiar, Ricardo Saprissa decide aceptar el pedido de ayuda de su hermano, y el 19 de febrero de 1932, llegó a suelo costarricense, para quedarse para siempre.
La prensa deportiva de la época consignó la presencia del internacional español en Costa Rica. Se reportó que se encontraba al frente de una fabrica textil, y se dijo también que no se tenía la certeza de si el fino jugador español volvería a jugar, toda vez que éste había manifestado que jamás jugaría para otro equipo que no fuera su querido Español de Barcelona.
Una anécdota refleja lo popular que llegó a ser. En una ocasión robaron su automóvil y cuando el suceso fue informado por la prensa, apareció el automóvil con una nota que decía: “Perdone don Ricardo, no sabía que fuera suyo”
Por otro lado, durante su estadía en Costa Rica, Saprissa tuteló a niños sin recursos y costeó su formación educativa; así como facilitó a otros la obtención de empleo en sus empresas. Para el año 1969, fue honrado con el ingreso a la Galería del Deporte Costarricense.
Sus últimos años los pasó en el Hogar de Ancianos Santiago Crespo Calvo, en Alajuela, al que había ingresado por voluntad propia.
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