Enero17

jueves, 15 de noviembre de 2012

María de Baratta...Qué sabemos de ella...

Este árticulo fue escrito por Rafael Lara-Martínez, lo retomo por que me parece importante rescatar datos de un personaje ...la señora de Baratta que muchos conocemos por el nombre pero que poco sabemos de lo que hizo y como era vista en su época, en mi tesis de licenciatura hablo de la identidad institucional que poco o nada tenemos... la identidad nacional está más atrofiada aun por este tipo de despistes de información cien por ciento nuestra....

"A seis décadas de la publicación de Cuzcatlán típico (1951-1953, dos volúmenes) de María de Baratta, no existe una sola actualización de su legado indigenista. En 1991 se reedita el primer volumen sin advertir los cambios de la antropología en medio siglo de historia. En el 2012, la Presidencia de la República anhela restituir ese legado sin referir la razón o el Logos náhuat-pipil como clave del indigenismo en Baratta (EDH, 27 de octubre de 2012).
Este noviembre de 2012, el libro que publica la Fundación AccesArte colma un vacío al actualizar un patrimonio lingüístico, literario y filosófico. Hay que des-encubrir el Patrimonio Nacional. La investigación se propone sacar del olvido a la única escritora de su generación que transcribe la lengua indígena más importante de El Salvador. Sólo Baratta escribe en náhuat –pipil. Zoon logos ejon y su testimonio manifiesto.
Sólo Baratta. Nadie más que Baratta es capaz de transcribir un idioma. La lengua que sus colegas refieren de manera marginal en su obra. Ni los literatos —Claudia Lars, Francisco Gavidia, Salarrué…— le dan voz al náhuat-pipil. Ni los antropólogos —Pedro Geoffroy Rivas, Alejandro Dagoberto Marroquín…— preservan el decir y el Logos de un pueblo. Sólo Baratta.
Nadie ofrece un corpus mito-poético y literario tan fiel como la de Baratta. Sólo Baratta reniega de aquel vaticinio funesto de Lars que declama “el náhuat más lleno de nosotros nunca se escribe”.   Zoon logos ejon sin huella de su voz…
Sólo Baratta vence el mal agüero de la poética salvadoreña. De una poética que destierra el náhuat-pipil de la escena literaria nacional. “Nunca se escribe” inscribe una prohibición centenaria que funda “la ciudad letrada” salvadoreña. Un tabú que sólo Baratta desafía en el siglo XX. Y permanece latente en el siglo XXI. En un siglo XXI cuya memoria se alimenta del silencio.
I. El problema
Empero, en sesenta años, el enfoque de la antropología evoluciona, a la vez que se renuevan los estudios sobre la lengua náhuat-pipil. Si por la antropología transcurren el marxismo, el psicoanálisis, el estructuralismo, la desconstrucción, los estudios de género, etc., las investigaciones de la cultura nahua la innovan múltiples autores desconocidos hacia la primera mitad del siglo XX. Resulta imposible hablar del “legado náhuat-pipil de Baratta” sin cotejar la transcripción de canciones, rezos, danzas y textos varios, con el trabajo de sus contemporáneos y con las investigaciones más recientes.
I. I. Náhuatl — Náhuat
Al igual que Geoffroy Rivas, Baratta desconoce la investigación del antropólogo alemán Leonhard Schultze-Jena en Izalco (1930-1935). Ambos escritores salvadoreños ignoran el ciclo mitológico más completo en la misma lengua náhuat-pipil que estudian en su obra.
Esta laguna resulta flagrante en Geoffroy Rivas, cuya poesía indigenista sólo cita fuentes mexicanas sin establecer su distinción con el náhuat-pipil (véase Yulcuicat, 1965). Afecta también a Baratta al omitir el contexto mito-poético global de las danzas y canciones que recopila en el campo. A semejanza de Geoffroy Rivas, imagina que el Panteón mexica identifica el folclor náhuat-pipil.
La confusión idiomática y cultural —la del náhuatl-mexicano con el náhuat-pipil— es una corrección a establecer de inmediato. Se trata de dos lenguas emparentadas, pero tan distintas como el castellano y el catalán.
En la primera mitad del siglo XX, casi todos los autores salvadoreños mezclan ambos idiomas y pensamientos, asimilando la tradición salvadoreña a la mexicana. Esta embrollo persiste hasta el 2012 en trabajos carentes de rigor que aún hablan de Tlaloc, Ometéotl, in xochitl in cuicatl, etc. como si El Salvador se hallara en México.
La subordinación de las lenguas —la del náhuat al náhuatl— la valida el prestigio mexicano. La apoya además la falta de documentos coloniales escritos en náhuat-pipil (para un estudio y listado de los textos coloniales, véase: Laura E. Matthew y Sergio F. Romero, “Nahuatl and Pipil in Colonial Guatemala”, 2012). Pero al trasponer la tradición del altiplano central de México al trópico salvadoreño, la equivalencia causa una neta mezcolanza de lenguas y culturas distintas, pese a su semejanza. El parentesco cercano no justifica la identidad, más allá de una exigencia de orden comparativo.
I. II. La actualización de Baratta


Recientemente, los trabajos de Lyle Campbell, los de Jorge Lemus y los de Alan King renuevan el estudio de la lingüística náhuat-pipil. Asimismo, las contribuciones de investigadores mexicanos —Miguel León-Portilla, Alfredo López Austin…— y estadounidenses —John Bierhorst y James Taggart…— restablecen el legado poético de los antiguos nahuas y sus descendientes modernos.
La antropología general y los estudios de las lenguas nahuas los transforma una evolución teórica y descriptiva, significante para la actualización del legado de Baratta en el siglo XXI. Desde su época hasta el 2012, el área mesoamericana contribuye a los avances de la lingüística, de la religión y literatura comparadas, al igual que al adelanto de otras áreas de las ciencias sociales.
Sin una evaluación crítica —tal cual la reedición de 1991— toda repetición del pasado equivale al eterno retorno de lo mismo. El temor a ofender a los antecesores descalifica la crítica como injuria de una tradición; hace del estudio sistemático un logos epithaphios. Pero sin el análisis de su legado, no habría ciencia.
En filosofía significa aceptar la práctica teosófica de Baratta y sus colegas (Lars, Salarrué…) como única visión histórica en vigor. A nivel técnico, denota el uso de máquinas de escribir anticuadas en rechazo a toda evolución del internet.
Los planetas aún serían Dioses a quienes el siglo XXI les ofrendaría su reverencia sacrificial. América se visualizaría como una “mujer desnuda” y “mutilada”, cuyos miembros se hunden en la Atlántida y en Lemuria hacia el océano Pacífico. En tales continentes perdidos —extremidades cercenadas de un cuerpo vivo original— las Indias Occidentales tendrían su origen ancestral.
El conocimiento y el progreso científico serían una ilusión de la mente, en su desacato a una tradición legendaria que se renueva en un eterno retorno sin fin. La identidad nacional anularía la renovación del pensamiento. He ahí el desafío: actualizar el legado de Baratta a un siglo de su trabajo de campo.
II. De Schultze-Jena…
El legado náhuat-pipil de Baratta completa la recopilación mito-poética de Schultze-Jena. Gracias a ambos autores, El Salvador cuenta con una larga tradición de literatura indígena. Irreconocido hasta el presente, no sólo existiría un pensamiento náhuat-pipil de neto carácter filosófico. También habría una cosmovisión ignorada por una filosofía latinoamericana, cuya agenda liberadora se dispensa de lo indígena. Al menos, lo ignora como si Latinoamérica fuera el tachón de lo indígena.
A continuación, antes de hablar de Baratta, se sintetizan siete rubros hermenéuticos de la colección mito-teológica que recopila Schultze-Jena. En tales rúbricas esquemáticas se resume la contribución del Logos náhuat-pipil al pensamiento humano universal. Se trata de una contribución que la literatura, la filosofía y los estudios culturales sobre El Salvador no le reconocen debido a un euro-centrismo vigente entre los letrados.
helecho
Helecho
Imagen fractal del cuerpo de “la Madre-Patria-Morro en fragmentos” de
Los Tepehuas cuyas secciones menores reproducen la totalidad


1) La aritmética náhuat-pipil fusiona el sistema vigesimal (base 20), mesoamericano clásico, con un sistema quintesimal (base 5) que hace de la mano el eje de un método de conteo. La igualdad “30 (treinta) = 20 + 10 (cempoalli ommatlactli) = 5 x 6 (chikuasen pual)” describe tres maneras de referir el mismo número según el sistema decimal castellano, vigesimal náhuatl-mexicano y quintesimal náhuat-pipil, respectivamente. Explicar esta técnica requiere una sala en un Museo Nacional de Antropología (MUNA) que, digno de su nombre, honre el pensamiento indígena nacional.
2) El papel de la mano en el conteo convierte el número cinco (5) —macuil, literalmente, “lo que (-l) se tiene (cui) a la mano (ma-); lo que se mantiene”— en un indicio de la filosofía pipil. No hay conocimiento que no se arraigue en el cuerpo humano. Por un salto de lo concreto (mano) hacia lo abstracto (cinco), lo tangible se vuelve abstracción racional. El testimonio de una experiencia vivida palpa lo celeste. La existencia se vuelve esencia. La mano simboliza el arquetipo del número, a la vez que nombra una estrella distante, homónima del cinco en sus aristas. La mano tienta el arquetipo platónico del número y tantea la cosmología. Otras partes del cuerpo establecen equivalencias semejantes, tal cual la menstruación ligada a las mareas y a la luna. De nuevo, a una filosofía latinoamericana que se pretende liberadora asumir una reflexión sobre la relación estrecha entre el cuerpo y el pensamiento. Y la utopía social de palpar el cosmos con la mano.
3) Existe un concepto de sujeto disgregado, escindido, de carácter pos-cartesiano. Su paradigma lo expone el ciclo mito-poético de “La mujer en fragmentos”, la madre de los Tepehuas o los Señores de la diversidad terrestre. El resquebrajamiento de la Unidad Materna Original —el recorte explosivo del Big-Bang— engendra la diferencia. Su cuerpo en fractales recuerda la escisión del sujeto psicoanalítico cuya racionalidad jamás controla los sueños. Según lo ilustra Goya, al dormir “la razón” produce “monstruos”.
4) El espacio-tiempo se divide en una dualidad complementaria y cíclica, reversible y re-volucionaria, cuya torsión o yagual lo marcan las fechas claves del día de la cruz, el 3 de mayo, y del día de muertos, el 2 de noviembre. Hay una transformación de los opuestos durante ese tiempo liminal.
5) Existe una noción de ciclo biológico que los antropólogos clásicos categorizan bajo el concepto de sacrificio. Se trata de un ciclo alimenticio o de depredación vital según el cual la tierra nutre a las plantas. Las plantas nutren a los animales. Y ambos seres, vegetales y animales, alimentan al ser humano. En reciprocidad a este don gratuito —tierra, astros, plantas, animales, agua, etc.— a los humanos les corresponde nutrir a la tierra con sus cadáveres y sangre.
6) Del sujeto escindido, se engendra el concepto de lo múltiple. Su imagen concreta resulta tan simple como el desgranar una mazorca de maíz o el quebrar la jícara de un morro. Los múltiples granos de un fruto único se dispersan hacia los cuatro rumbos del mundo. Cada semilla conserva la cualidad reproductiva de la especie. Según la ley implacable de los objetos fractales, la parte resulta idéntica al todo (véase ilustración del helecho). Estos fragmentos de la ruptura de la Madre original —de la mazorca o del morro— se llaman Tepehuas. Se trata de un colectivo singular que rige la diversidad de lo viviente. En el término “Ne Tepehua” se expresa el concepto del infinito matemático, n + 1, al igual que el ideal de un socialismo utópico. Si la multiplicidad de lo existente que nutre al ser humano resulta de un don gratuito, esta riqueza debe redistribuirse según la necesidad comunal lo exija.
7) El motivo mito-poético esencial de la literatura náhuat-pipil lo expresa el descenso a los infiernos. Su postulado “se tagat yajki tik kujtan” en italiano se glosa “mi ritrovai per una selva oscura”. Existen un Dante indígena, viceversa, un Pipil italiano quienes, regionalmente, repiten la experiencia de un arquetipo universal. Al presente, tal experiencia se vive como migración hacia los EEUU a través de “la selva oscura” de lo
Bastan estas siete rúbricas del pensamiento náhuat-pipil para sostener que El Salvador descuida su propia identidad nacional. No se nutre de una filosofía propia, arraigada en la idiosincrasia de su suelo. Reniega de ella. Se avergüenza del enlace de la lengua indígena salvadoreña al saber humano universal hasta ocultarlo. Ni el MUNA, ni la filosofía latinoamericana, ni la literatura salvadoreña le conceden un apartado especial a la contribución náhuat-pipil al pensamiento universal.""
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