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miércoles, 8 de marzo de 2017

Antonia Navarro Huezo Primera centroamericana en alcanzar titulo universitario.


Antonia Navarro Huezo, joven brillante, integral, sobresaliente en las ciencias, pero también con un don natural para la música y las artes, fue la primera mujer salvadoreña y centroamericana en obtener el grado Académico de Doctora en Ingeniería Topográfica, por la Universidad de El Salvador, a la temprana edad de 19 años, en 1889.


En el siglo XIX, las mujeres y niñas salvadoreñas, tenían escasísima educación y la poca que recibían se limitaba a actividades que les pudieren ser útiles en el cuidado del hogar y los hijos, en palabras del historiador Carlos Cañas Dinarte, se limitaban a la enseñanza de la lectura, la escritura, operaciones matemáticas básicas, el estudio del catecismo y actividades como cocinar y bordar. Era una educación más bien en el hogar, o bien en las iglesias cercanas, pues no existían escuelas para niñas, sino que fue hasta 1847, que el educador originario de Zacatecoluca, José María Cáceres, fundó su Escuela de Niñas, primer centro educativo centroamericano en que se impartió educación media para mujeres.

Por su parte, en cuanto a la educación superior, la Universidad de El Salvador fue fundada en 1841, pero tuvieron que pasar treinta largos años desde su fundación para se aceptara que una mujer entrara en sus aulas y según el Centro de Estudios de Género de esa institución, a las mujeres se les exigían requisitos extras para lograr ingresar a la misma, como por ejemplo “Carta de Buena Conducta”, extendida por el alcalde de su localidad, documento que no era exigido a sus pares hombres.

Es por ello que Antonia, fue tan excepcional en su época, no sólo por su brillantez, sino por valentía de romper con las “normas sociales”, hija de Belisario Navarro y Mariana Huezo, nació el 10 de agosto de 1870, luego le sucedieron sus hermanos, José Belisario nacido en 1872 y Miguel quien nació en 1875. Su padre falleció cuando ella tenía apenas ocho años, de modo que en adelante fue su madre, quien le prodigó todos sus cuidados, amor y apoyo.

Desde pequeña fue frágil de salud, pero su empeño y el gusto por los estudios la distinguieron desde edades muy tempranas, ella y su hermano José Belisario, siempre recibían medallas y reconocimientos por sus éxitos académicos en sus años escolares. Cuando finalizaron sus estudios primarios, los hermanos se trasladaron a San Salvador para continuar con sus estudios de Bachillerato en Ciencias y Letras.

Debido a los quebrantos de salud de Antonia, solicitó una excepción educativa ante el Presidente Francisco Menéndez, quien la respondió en términos favorables, debido a su excelente desempeño y esto le permitió acceder a la realización directa de sus exámenes, en los cuales de manera unánime se le calificó de sobresaliente y así obtuvo su primer título: el de Bachiller en Ciencias y Letras.

Luego ingresó a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de El Salvador, para cursar sus estudios de Doctorado en Ingeniería Topográfica, de modo que en su primer año obtuvo tres “sobresalientes” unánimes por parte del jurado en todas sus materias. El siguiente año, Antonia junto con el Doctor Santiago Ignacio Barberena (notable abogado, historiador, ingeniero, decano de la Facultad de Ingeniería y luego rector de la UES) y otros jóvenes de su clase realizaron una expedición científica al Volcán de San Salvador, en la que recabaron datos que lograron establecer la altura del cráter volcánico sobre el nivel del mar, la profundidad de la boca y otras mediciones. Al terminar su segundo año y con calificaciones sobresalientes, obtuvo otro título: el de bachiller en Ingeniería.

En 1889 por Acuerdo del Poder Ejecutivo, a Antonia se le dispensó de realizar los exámenes del tercer año y los del doctoramiento, debido a sus intachables calificaciones, por ello sólo le restaba defender su tesis, y llegado el día defendió su tesis doctoral titulada “La Luna de las Mieses”.

Según las palabras de la misma Antonia, en su tesis no pretendía decir nada nuevo ni digno de aplauso, pero no obstante su modestia, sí había hecho un descubrimiento importante en la época y es que se trataba de un fenómeno supuestamente universal, conocido como “La Luna de las Mieses”, según el cual el curso de la luna sufría una aparente alteración entre los meses de septiembre y octubre, de manera que salía unos pocos minutos más tarde por varias noches sucesivas, por lo que la luz de día, permitía alargar el tiempo recoger las espigas de trigo en los campos (lo que le dio nombre al fenómeno); sin embargo Antonia constató que este fenómeno no era universal como se pretendía, pues no era observable en la latitud salvadoreña.

Antonia notó que los libros de texto de su tiempo, que universalizaban el fenómeno, habían sido escritos en el extranjero y lo exponían bajo un punto de vista que no correspondía a la posición geográfica salvadoreña. La joven de diecinueve años, concluyó que es necesario que la latitud sea de 60° para que el fenómeno sea sensible estando la luna en el ecuador, y un poco más en las demás posiciones de este astro, mientras que El Salvador se encuentra apenas a 14°, por lo que no es percibido en nuestro país, según su tesis de graduación.

La defensa de su tesis fue aplaudida por una nutrida concurrencia y por supuesto, gracias a ella recibió su título de Doctora en Ingeniería Topográfica. Tanto éxito tuvo en la defensa de su tesis, que incluso el mismo Presidente Francisco Menéndez mandó a la banda marcial de la capital, para que le brindara un concierto en la celebración que le organizó su familia. La prensa salvadoreña y Centroamericana dio cuenta en sus columnas de esta gran hazaña.

Luego de su éxito académico, cualquiera pudo pensar que el campo laboral para Antonia estaba más que zanjado, sin embargo, el hecho de ser mujer en aquel tiempo le pasó factura, pues el único puesto que logró fue el de maestra de secundaria en el Colegio Normal de Señoritas y en el Liceo Salvadoreño, puesto al que pudo haber calificado únicamente con el primer título que obtuvo: el de Bachiller en Ciencias y Letras.

Antonia murió en circunstancias no esclarecidas, al poco tiempo de doctorarse, a los veintiún años de edad, no hay registro de su defunción, ni se sabe la causa exacta de su muerte, aunque lo último que se supo es que padecía de neumonía, tampoco sabemos dónde descansan sus restos, los periódicos que alabaron su hazaña hacía poco más de un año, tampoco registraron su muerte; pero sin duda, su legado no debemos dejarlo morir, transmitiendo a las nuevas generaciones su historia, su ejemplo de perseverancia, tenacidad, esfuerzo y por qué no decirlo, un poco de rebeldía ante las normas establecidas para la mujer de su tiempo.



El 22 de noviembre de 1889, en la página 2 del periódico mexicano DIARIO DEL HOGAR fue publicada la siguiente nota dedicada a la Dra. Navarro Huezo.


En la Universidad (San Salvador, El Salvador), Antonia Navarro Huezo (1870-1891) se doctoró en Ingeniería Topográfica con una tesis dedicada a un fenómeno astronómico. Ella fue la primera mujer centroamericana en alcanzar un título universitario. 


Fuente: Enfoquejuridico, Wikipedia

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